Siempre que escribo en un chat o en un mail y pongo un signo de exclamación pero después me doy cuenta de que estoy exagerando la efusividad y entonces borro el signo, recuerdo una escena que describía Piglia, los encuentros entre Witold Gombrowicz y Carlos Mastronardi:
“Se encontraban en El Querandí, un bar de Buenos Aires, y cuando llegaba Mastronardi, uno de los grandes poetas argentinos, un hombre muy discreto y sutil, decía: ‘Buenas tardes, Gombrowicz’. ‘Calma, Mastronardi’, replicaba el polaco, porque consideraba que sus ‘buenas tardes’ eran un exceso de sentimentalismo latinoamericano”.
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